
Javier Parro, Director y Soraya Pérez, Psicóloga Social de Bihar
Cada vez vivimos más años, pero, sobre todo, vivimos de maneras más diversas. Nuestras prioridades cambian, nuestras percepciones de la salud se transforman, y cada uno entiende la vida conforme a su propia historia. Sin embargo, en algo coincidimos, tanto quienes ya son mayores como quienes aún están en el camino: si tenemos suerte —y sobre todo salud—, queremos vivir nuestra vejez en nuestro hogar, en nuestro lugar, incluso cuando lleguen situaciones de dependencia.
Hoy en día, hacerlo no es sencillo. Los apoyos familiares son, en muchos casos, escasos. Los servicios públicos de ayuda a domicilio resultan insuficientes, y los privados, aunque no siempre caros en comparación con otros servicios de dependencia, suponen un gran esfuerzo económico. Además, es difícil planificar porque no sabemos qué necesitaremos ni cuándo. Cuidar en casa sigue siendo una tarea poco valorada y mal remunerada, realizada muchas veces en la economía sumergida por profesionales con gran vocación, pero con poca formación reglada, escasas herramientas y poco acompañamiento o reconocimiento, tanto laboral como social.
Todo esto convierte el proyecto personal y familiar de permanecer en casa en un auténtico desafío: para la persona que necesita cuidados y para su familia. No es, hoy por hoy, una opción de vida, sino un tiempo de supervivencia y transición hacia otros modelos de cuidado, generalmente fuera del hogar.
Esta realidad debe cambiar. Los gobiernos lo saben, y aunque comienzan a apostar por ello, vivimos en una sociedad en la que el cuidado del otro ha perdido valor, no está de moda, y donde, cada vez más, faltan profesionales que quieran dedicarse al cuidado. Una vez más, la pescadilla que se muerde la cola: más personas que necesitan cuidados en casa, pero menos personas formadas para ofrecerlos y un sistema que todavía no anticipa.
Por eso, muchas voces, aunque todavía a contracorriente, reclamamos y trabajamos para recuperar los valores de la comunidad: que volvamos a preocuparnos por el vecino, que la frutera suba las manzanas a mi casa si hace días que no me ve. Porque cuidar es un valor esencial de las sociedades verdaderamente avanzadas y democráticas: aquellas donde todos nos cuidamos, no solo el Estado.
Con esta convicción nace el nuevo proyecto de cuidados en Bihar: un modelo de atención domiciliaria donde la persona no sólo recibe ayuda para cubrir sus necesidades básicas o para sustituir a la familia mientras trabaja. Queremos que cada persona sea cuidada como ella misma entiende que debe serlo, en su entorno, con la comunidad a su disposición.
Porque cuidar no es solo «sacar a pasear a una persona» o “ducharla”. Cuidar es acompañarla a la partida de cartas en su club, ayudarla no sólo a alimentarse bien sino a disfrutar del acto social de comer, a seguir cumpliendo sueños y, sobre todo, a que la vida le siga mereciendo la pena.
En este nuevo proyecto de Bihar, la persona que cuida —la cuidadora— es tan importante como quien recibe el cuidado. Su bienestar también es fundamental para construir ese vínculo de acompañamiento, a través de seguimiento, apoyo y formación continuada. Como dice Ramón Bayés, familia y cuidadora deben acompasarse para acompañar “el viaje de la persona». Y para ello, la comunidad también debe formar parte de ese viaje.
Aquí adquiere un papel central la figura del conector comunitario, un rol que hemos entendido y rediseñado de manera profunda. Inicialmente, el conector se entiende simplemente como un puente entre la persona cuidada y los recursos comunitarios, acompañándola en actividades. Sin embargo, sabemos que su función va mucho más allá: no se trata solo de llenar el tiempo libre de las personas, sino de recrear un tejido relacional cotidiano, donde la vida en comunidad sea real, significativa y esté llena de vínculos auténticos.
La tarea del conector no es simplemente acompañar, sino impulsar un cambio real en la comunidad: hacerla más inclusiva, más acogedora, más consciente. Un cambio cultural que exige transformar pueblos y barrios desde dentro, para que cada persona, independientemente de su situación de dependencia, pueda seguir sintiéndose agente activo de su entorno.
Somos conscientes de que esta tarea no es sencilla. En las sesiones de contraste con quienes hoy ejercen este rol desde distintas entidades, emerge claramente la enorme exigencia que sienten: muchos conectores se perciben a sí mismos como agentes en constante lucha contra dinámicas sociales cada vez más individualistas, con escasos recursos y enormes expectativas. Desde las entidades también reconocemos que a veces este objetivo puede parecer utópico; no porque no sea deseable, sino porque exige fortalecer a las organizaciones y repensar nuestras maneras de intervenir en la comunidad. Mirar y entender el cuidado de manera diferente.
Aun así, en Bihar creemos que este cambio es posible. Apostamos por un cuidado profesional, diseñado por la persona, con la participación de su familia y su comunidad. Apostamos por conectores comunitarios que no sólo «gestionen actividades», sino que alimenten la vida comunitaria, detecten oportunidades, generen redes y devuelvan el valor del cuidado como parte fundamental de una sociedad democrática.
Porque cuidar bien también es vivir bien. Es reconocer que cada etapa de la vida merece ser vivida, aunque necesitemos apoyos, rodeados de afecto, de autonomía y de sentido. Es entender que el hogar no es solo un lugar físico, sino un espacio emocional donde seguimos construyendo nuestra historia, incluso en los momentos de mayor fragilidad. Apostar por un cuidado de calidad en casa, conectado a una comunidad viva, sensible y responsable, es apostar por una sociedad más humana, más justa y más consciente del valor de la vida en todas sus formas.