LA DIOSA DEL AMOR
Cuando pienso en el Alzheimer, suelo recordar la imagen de un Adolfo Suarez cabizbajo caminando por el jardín de su casa bajo el abrazo protector de su majestad emérita. Su hijo habló públicamente de su enfermedad en 2005. Para entonces, no recordaba que fue Presidente.
La enfermedad apartó a Pasqual Maragall de la política en 2007, no de la vida pública. Un hombre que sabía que su mal no tenía cura, pero luchó creando una fundación dedicada a la investigación y aprovechó su relevancia para visitar las empresas del IBEX 35: 15 de ellas le apoyaron.
La enfermedad ha visto incrementada su visibilidad gracias a que personajes del mundo social, político o cultural (como Antonio Mercero, Jordi Solé Turá o el propio Maragall) han hecho público a través de sus familias o ellos mismos, que padecían la enfermedad. El último ejemplo ha sido el de la actriz Carme Elías que en una entrevista en la SER hablaba de su Alzheimer y decía que contarlo era “un acto de sinceridad. Porque es bueno darle visibilidad”.
Pero, no hace mucho, leía la triste historia de la gran Rita Haywoth. Una de las mujeres más admiradas del siglo XX por su papel protagonista en la película “Gilda” de Charles Vidor. DE la que seguimos recordando cuando se quita el guante y, la bofetada posterior. En algunos países, como en el nuestro, la película se consideró escandalosa, curiosamente no por el tortazo (quizá ahora sería distinto), sino por quitarse el guante (y lo erótico del asunto).
Su popularidad, la de Rita, también hizo que el gobierno estadounidense pusiera su imagen en las pruebas de la bomba atómica que los americanos lanzaron en las islas Bikini. Me hubiera gustado saber qué pensaba de todo esto Margarita Cansino.
La hemeroteca la definió como una de las actrices más emblemáticas y glamurosas de la época dorada del cine estadounidense y la diva máxima de Hollywood de la década de los 40. También como << la diosa del amor >> por lo guapa que era y, sobre todo, por la atracción que despertaba. Se les olvidó que era una notable actriz. Tuvo otros muchos papeles de protagonista y trabajó con los mejores de la épodca en películas que la encumbraron aún más. “La dama de Changai” dirigida por su segundo marido, Orson Welles fue una de ellas. Pero hubo otras más.
A finales de los 60, ya empezaba a pasar por problemas a la hora de memorizar sus textos y apenas actuaba. Tenía solo 50 años y se habló mucho de su afición a beber demasiado. Una década después, el estado mental de Hayworth se agravó. Lo peor fue en 1976, en un agitado viaje en avión a Londres, y las fotos de una Rita despeinada y bastante ida que fueron difundidas en todo el mundo, casi anunciando su bajada a los infiernos.
La actriz evitó los médicos, porque siempre le sermoneaban acerca de la bebida. Pero, Rita, lo que en realidad tenía era Alzhéimer, enfermedad poco conocida en aquella época hasta que en 1979 el psiquiatra Ronald Fieve hizo su diagnóstico de la enfermedad como: la demencia causada por placas y ovillos en el cerebro.
Rita Hayworth, murió en 1987, a los 68 años, en casa de su hija Yasmin Khan, donde vivía desde el año 1981, cuando una Corte determinó que la actriz era incapaz de valerse por sí misma y se convertiría, así, en la primera cara pública de la enfermedad de Alzheimer.
El diario el País recogía entonces la noticia de su fallecimiento y finalizaba con esta frase: La actriz se había perdido ya hace varios años en las nubes de una memoria que ocultó el brillo de la estrella.
Así fue.
Lurdes Ubetagoyena
Presidenta Aubixa Fundazioa