El envejecimiento poblacional conlleva el aumento del número de personas mayores que desarrollan algún tipo de demencia y, normalmente, suelen recibir los cuidados por parte de algún familiar que adopta el rol de cuidador informal. Hacerse cargo del cuidado de un miembro de la familia diagnosticado de algún tipo de demencia es una situación de estrés crónico que provoca un impacto negativo en la salud física y psicológica de la persona encargada del cuidado. Entre estos efectos se encuentra el sentimiento de culpa de forma habitual. Diferentes estudios indican que aproximadamente el 65% de los cuidadores informales dicen haber sentido culpa durante el proceso de cuidado.
Entre las definiciones del sentimiento de culpa, una de las más conocidas es la propuesta por Kugler y Jones (1992), entendiéndola como “el sentimiento disfórico asociado con el reconocimiento de que uno ha violado un estándar moral o social personalmente relevante”.
Tal y como se recoge en las diferentes investigaciones, los cuidadores informales suelen señalar cuatro focos que les generan sentimientos de culpa:
En muchas ocasiones dicen sentirse culpables por las emociones negativas que pueden sentir hacia la persona con algún tipo de demencia, por enfadarse con facilidad y el resentimiento que pueden sentir. Los propios cuidadores asocian estos sentimientos con las conductas variables y fluctuantes que tienen las personas con demencia.
Otro de los focos es la valoración negativa que hacen sobre su forma de cuidar, pensando que lo podrían hacer mejor y pensando en que no están a la altura de la tarea, valoraciones que se vuelven cada vez más negativas según la enfermedad va avanzando.
El tercer foco de los sentimientos de culpa es el tiempo empleado para sus propias actividades sociales o de autocuidado o cuando sienten que no están empleando tiempo suficiente para atender a su propia familia.
Por último, un foco de sentimientos de culpa aparece cuando debido al empeoramiento de la enfermedad es necesario que la persona afectada ingrese en una residencia ya que, cuando esto ocurre, muchos cuidadores sienten que no han sido capaces de desempeñar de manera adecuada su tarea entendiendo el ingreso como el abandono de la persona.
Amaia Arregi Amas
Psicóloga General Sanitaria y Psicogerontóloga