ENVEJECEMOS

“Envejecer es hacerse viejo”. También es el proceso por el que una persona o cosa llega a sumar años. El verbo envejecer tiene su raíz latina en aevum: “toda la vida”. Eso es mucho tiempo, o poco, según cuanto de vida tengamos y como sea esta. No todo el mundo envejece igual, incluso hay quien no llega a conocer ese envejecimiento. Y esa puede ser todavía una peor opción.

Ingmar Bergman decía que envejecer es como escalar una gran montaña: mientras se sube, las fuerzas disminuyen pero la mirada es más libre, la vista más amplia y serena.

Cuando me jubilé, mis compañeros y compañeras del servicio me regalaron una taza en la que ponía “Mejor la vida sin filtros”. En los últimos años de mi vida profesional, era una frase con la que acostumbraba a bromear. Era cierto que el paso del tiempo laboral me había hecho darme cuenta de que podía elegir a aquellas personas que realmente me sumaban, con las que quería estar para charlar, no sólo de lo estrictamente profesional, y sentirme a gusto; y escaparme de quienes solo aportan poco o nada y, sobre todo, no nos merecen. También aprendí a huir de ese rigor por lo que se suponía que debía hacer o cómo comportarme, que se acaba convirtiendo en casi una mini dictadura personal y, que cuando te la quitas de encima, tranquiliza.

Así que si. Estoy de acuerdo con Bergman. Además, una de las cosas más importantes de esta edad es la posibilidad de aprender. Porque envejecer no significa que la oportunidad de experimentar cosas nuevas haya pasado. En la madurez, tienes más tiempo para ti misma y finalmente sabes lo que realmente te gusta y te hace feliz.

Pero el envejecimiento también acostumbra a traer consigo una penitencia social y, si me lo permitís, una que suele manifestarse con especial saña hacia las mujeres. Siempre he considerado que lo más importante es envejecer con dignidad, porque por mucho que queramos mejorar nuestro aspecto externo, el interno cumple años cada 365 días. La fantasía de la eterna juventud es sólo eso: una fantasía.

Y claro que debemos cuidarnos, por supuesto. Debemos intentar llevar una vida sana y activa. Pero lo debemos hacer por nosotras mismas. No porque tengamos que mantener un aspecto físico atractivo para la sociedad, que nos mira siempre con recelo.

El miércoles pasado, en nuestros segundos “Elkarrizketak-talks” del año, Asier Rufino y Javier Ruiz nos hablaban de las mejoras que supone para nuestro cerebro el ejercicio de la mente. Cuando volvía a casa pensé que, gracias a las nuevas tecnologías, además, podía por fin aprender a jugar al ajedrez con una herramienta con la que no hace falta ser una “Kasparova”, y se me confirmaba lo que desde hace tiempo sabía: que los hábitos de lectura de siempre, pasear, charlar con los amigos y las amigas e incluso discutir de lo que sea (sin llegar a las manos), hacer encaje de bolillos o dedicarte a ayudar a los demás, hace que nos sintamos mejor y, en definitiva, más jóvenes, aunque tengamos arrugas y peinemos canas.

El protagonista de”El extraño caso de Benjamin Button”, esa curiosa película interpretada por Brad Pitt, nos lo decía:

No hay límite de tiempo, puedes empezar cuando quieras.

¡En eso estamos!

Lurdes Ubetagoyena

Presidenta Aubixa Fundazioa