EL ENVEJECIMIENTO Y LA MUJER

Asociamos envejecer con cumplir años, con la edad, sin darnos cuenta de que la edad no es más que un constructo más de la sociedad, en cuanto al género, es otro constructo de la sociedad que nos permite categorizar a las personas y lo utilizamos para realizar juicios e inferencias que influyen en los roles que asignamos a cada grupo y estereotipos. La Psicología Social estudió las diferentes creencias o estereotipos que existen hacia este colectivo de personas y desarrolló la Teoría del rol, el cual, centrándonos en el caso de las mujeres, habla de una doble discriminación ya que, hasta hace poco, ha tenido menos funciones sociales y públicas y se ha tenido que centrar al ámbito doméstico así como vivir bajo normas más estrictas, limitando algunas conductas. A esto hay que añadirle que cuando se hacen mayores se fusionan dos categorías sociales, la infravaloración y la discriminación por el hecho de ser mujer y mayores.

Esta discriminación muchas veces está fomentada por los mensajes publicitarios relacionados con la medicina estética que relacionan la vejez con la fragilidad, por eso intentan transmitirnos la idea de la eterna juventud, la de mantenernos jóvenes teniendo la edad que tengamos y convirtiendo la vejez en amenaza y una lucha constante contra la muerte. Esto, por una parte, hace que sintamos necesidad por productos que en realidad no son necesarios, llegando al punto de hacerlos imprescindibles en nuestro día a día y por otra, hace visibles y refuerza los estereotipos existentes en la sociedad acerca de esta etapa de la vida.

En un estudio realizado por Pochintesta (2012) comparó dos tipos de productos dirigidos a mujeres mayores, una pro-age dirigida a mujeres mayores de 50 años y otra anti-age, para mujeres de 30 años en adelante, con el objetivo de saber qué relación establece cada uno entre el cuerpo y el envejecimiento. El primero de ellos dirige una pregunta directamente a las mujeres de esa franja de edad: “¿Muy adulta para un aviso anti-age?”, una respuesta seguida: pero esto no es un aviso anti-age, es pro-age” y un eslogan final: ”la belleza no tiene límite de edad”. Este tipo de anuncios publicitarios remarca la idea de que la belleza no está siempre relacionada con la edad y la juventud pero se contradice con las modelos utilizadas en las imágenes ya que no mostraban ninguna arruga ni signos típicos del envejecimiento como las canas por ejemplo. El segundo anuncio manda un mensaje de lucha contra el envejecimiento y enfatiza las partes del cuerpo que consideran que son las armas de seducción por lo que el peso del mensaje recae en la sensualidad y no tanto en la edad. La idea que pretenden transmitir es que debemos luchar contra el envejecimiento ya que es una amenaza para nuestra autonomía y si dejamos que avance estaremos predisponiéndonos al fracaso y a dejar de ser un objeto de deseo. A pesar de que las dos campañas fomentan dos formas diferentes de envejecer las dos eligen modelos sin signos de envejecimiento y eligen a mujeres de mediana edad como modelos.

Otro estudio centrado también en la imagen que se fomenta de la vejez comparaba las portadas de las revistas dirigidas a personas mayores para ver cuál era la imagen que mostraban en ellas sobre este colectivo y la influencia de la cultura en la dimensión subjetiva del envejecimiento. Primero de todo, habría que remarcar que para poder tener alcance a la revista, algunos de los requisitos eran ser mayor de 60 años, dirigir un centro de atención a personas mayores o ser profesional en el ámbito de los servicios sociales para personas mayores y que los temas tratados son temas considerados como interesantes para ese colectivo. En lo que a los resultados se refiere se vio que, para empezar, las portadas siempre mostraban una imagen de personas mayores en diferentes contextos (generalmente en ámbitos públicos), con una apariencia física buena y superando muy pocas veces la franja de edad de 75-80 años. Destacan las imágenes que recrean una visión idealizada de la vejez mostrando personas activas, felices y optimistas. Las mujeres que aparecen son cuidadoras y profesionales y muestran emociones de dependencia, en cambio, los hombres manejan aparatos electrónicos, tecnología y muestran actitudes de protección hacia las mujeres. Las mujeres, aparecen vestidas con pantalones o faldas largas, zapatos planos y pulseras y pendientes de oro; los hombres utilizan pantalón con raya y camisas por dentro, el jersey atado a la cintura o sobre los hombros y un reloj de acero o de piel. Tanto hombres como mujeres aparecen sonriendo y enseñando unos dientes bien alineados y la mayoría lucen el pelo blanco o teñido de rubio y corto, unos ojos claros y piel bronceada al sol además de un cuerpo ágil y delgado, apariencia urbana y poder adquisitivo.

En una población cada vez más envejecida resulta paradójico la necesidad que tenemos de esconder este factor de la sociedad. Estamos rodeados de facilidades para disimular una realidad que se está generalizando a nivel mundial, centrándonos en los estereotipos que llevan años reforzándose de diferentes maneras, homogeneizando a las personas como si todos envejeciésemos igual y discriminándolos por el simple hecho de ser mayores. Si empezamos a eliminar los estereotipos negativos de la vejez y a empezar a entenderlo como algo natural del ciclo vital, probablemente se facilitaría la integración de este colectivo en la sociedad y se promovería su participación más activa en diferentes ámbitos, así como remarcar la importancia de seguir investigando para mejorar su calidad de vida, tanto física como emocional. 

Amaia Arregi Amas
Psicóloga clínica y Psicogerontóloga