REALIDADES PARALELAS

Según indican los datos recogidos en los últimos años, ha aumentado el número de personas de 65 años o más que viven solas en sus casas y, la proporción es mayor en el caso de las mujeres (28,8% frente a 14,7%). Además, el Instituto Nacional de Estadística (INE) espera que este aumento continúe en la población de todas las edades y que en 2031 haya 5.5 millones de hogares unipersonales en España, es decir, el 28,6% del total de los hogares. Asimismo, esperan que este incremento sea mayor en Asturias (35,7%), Castilla y León (34%) y Euskadi (32,5%).

El concepto de soledad cada vez está más presente en el vocabulario actual en la sociedad y, si bien la soledad buscada no es un problema, sí que lo es la soledad no deseada, aquella que tiene su origen en la ausencia de relaciones sociales, familiares o afectivas, y aunque los sentimientos de soledad pueden desarrollarse en cualquier momento de la vida, la soledad no deseada está muy presente en las personas mayores.

El estilo de vida que estamos adoptando favorece el desarrollo de estos sentimientos ya que nos estamos encaminando a sociedades cada vez más individualistas, rápidas, enérgicas y donde el edadismo está cada vez más presente; compartimos ideas, pensamiento y creencias, pero parece que cada vez somos más reacios a compartir nuestras preocupaciones, sentimientos y emociones. Esta, cada vez mayor, falta de sensibilidad favorece la discriminación de las personas vulnerables y, en este caso, nos centraremos en las personas mayores.

Los primeros estudios sobre la soledad se empezaron a realizar durante la década de los años 70 y en los 80 se desarrollaron las primeras escalas que permitían medir estos sentimientos. Durante estos años también se plantearon diferentes definiciones del concepto de soledad, así, algunos expertos defienden que son sentimientos que pueden surgir bien en un momento puntual o bien, se pueden mantener en el tiempo, otros plantean que pueden tener su origen en el aislamiento o ausencia de relaciones sociales o familiares. Algunos autores se centran más en el malestar o placer que pueden generar los sentimientos de soledad en lugar de buscar la causa. Por último, hay quienes diferencian entre la “soledad objetiva” y la “soledad subjetiva”; la primera se refiere a la ausencia de relaciones sociales y, la segunda a los sentimientos de soledad que desarrolla la persona a pesar de contar con una red social.

Estas definiciones de los sentimientos de soledad ponen de manifiesto los diferentes aspectos de la vida a los que pueden afectar, incluyendo el impacto físico que tienen.

Como ya se ha mencionado anteriormente, a pesar de que los sentimientos de soledad pueden estar presentes en cualquier etapa de la vida, teniendo en cuenta el rumbo que está tomando la sociedad, han tenido un incremento considerable en el grupo de las personas mayores y, en este caso, los trabajos relacionados con el tema indican que las mujeres mayores son las más vulnerables al desarrollo de los mismos. El perfil más habitual suele ser el de una mujer mayor que vive sola en su casa, que no se relaciona con mucha gente, con alguna limitación física para las tareas del día a día, pero ¿qué hay de las personas que no cumplen ese perfil?

El número de viviendas unipersonales está incrementando e incrementará en los próximos años, dicho de otra manera, cada vez vive y vivirá más gente sola. Vivir aislado, sin una adecuada atención física, psicológica y afectiva o apartado también es una forma de experimentar sentimientos de soledad. De hecho, cada vez son más los trabajos de investigación relacionados con la soledad y el maltrato que incluyen las variables de desatención en sus estudios como fuentes que generan sufrimiento, malestar y aislamiento en las personas mayores. Estas actitudes pueden darse por parte del sistema sanitario, pero también por parte del entorno familiar y social en forma de baja frecuencia de contacto, incomunicación o silencios cuando se está con la persona o verbalizaciones de sobrecarga cuando existen cuidados y la persona esta presente etc. Todas estas conductas favorecen que la persona mayor se desvincule de su entorno social, se aísle y, por lo tanto, desarrolle sentimientos de soledad.

En un mundo donde lo difícil es estar desconectados, donde muchas veces pagamos para no tener cobertura, ¿cómo puede estar ocurriendo esta realidad paralela?

Amaia Arregi Amas

Psicóloga General Sanitaria y Psicogerontóloga